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RUTA 66 (yIII), Estados Unidos

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El encanto de la Ruta 66 reside en su historia, pero no esperéis grandes monumentos, al menos en el sentido “europeo”. Aquí las grandes atracciones son moteles, antiguas gasolineras, una ballena gigante, una serie de coches alineados y semienterrados en la tierra… por poner sólo algunos ejemplos. Desde luego, no se puede dudar de la habilidad y la imaginación de los estadounidenses para rentabilizar sus, en ocasiones, escasos recursos y llamar la atención de los viajeros.

Lo que sí llamará poderosamente la atención es la belleza del paisaje y su enormidad. En Estados Unidos todo es a lo grande. De hecho, los norteamericanos son muy dados a presumir de “lo más grande del mundo” (nos encontraremos varios ejemplos a lo largo de la 66).

El paisaje se transforma conforme la Ruta avanza hacia el Oeste. La carretera cuenta con dos partes bien diferenciadas: la primera comprende los estados de Illinois, Missouri, Kansas y Oklahoma; la segunda Texas, Nuevo México, Arizona y California. Conforme salimos de Chicago, los edificios van cediendo terreno en favor de las grandes extensiones agrícolas de Illinois y Missouri. El cambio se nota hasta en el tamaño de los vehículos; en los pueblos, los camiones y, sobre todo, las ‘pickups’, son los reyes de la carretera, algo muy ligado desde sus inicios a la Ruta 66. No en vano, la carretera atraviesa el corazón agrícola y ganadero de Estados Unidos.

Más allá de San Luis, la “puerta del Oeste”, los grandes campos de cereales se alternan con zonas boscosas escasamente pobladas del estado de Missouri. Aquí se encuentran algunas de las secciones más bellas de la Ruta en su vertiente este. Tras un breve pero encantador recorrido por la ‘esquina de Kansas’, nos adentramos en el estado de Oklahoma, donde reparamos por primera vez en la presencia de trading post, viejos bazares propiedad de las tribus indias en los que podremos encontrar casi cualquier cosa que se nos pase por la cabeza.

Nada más cruzar la frontera de Texas se observa un cambio drástico en el paisaje, los árboles desaparecen casi por completo y el polvo se apodera de la atmósfera. La vida es dura aquí y el agua un bien escaso, forastero. En este estado, concretamente en la localidad de Adrian, se encuentra el punto medio de la carretera, que equidista de Chicago y Los Angeles.

Hasta el momento, el terreno por el que ha discurrido la Ruta 66 ha sido básicamente llano, pero la entrada en Nuevo México marca el inicio de las montañas, que adquieren un precioso tono rojizo. Aquí existen dos recorridos alternativos: el trazado anterior a 1937, denominado Santa Fe Loop porque asciende hasta esta bellísima localidad; y la ruta posterior a 1937, que sigue la senda de la autopista interestatal I-40. Aunque mucho más larga, recomiendo encarecidamente la primera opción ya que las vistas de la sierra son espectaculares y el trayecto nos permitirá disfrutar de una ciudad con un encanto muy especial, con sus características casas de adobe y decenas de galerías de arte de gran relevancia.

Tras la bajada hacia Albuquerque, el panorama se volverá de nuevo árido y polvoriento hacia el penúltimo estado de la Ruta 66, Arizona. Pero a mitad de camino nos encontramos con una especie de oasis verde en el área de Flagstaff, una de las regiones con mayor pluviometría de la región, lo que echa por tierra por un momento el estereotipo que teníamos del Oeste. Sin embargo, según avanzamos hacia California nos damos cuenta de que era solamente un espejismo, el paisaje recupera su aridez para atravesar el solitario desierto de Mojave antes de llegar a nuestro destino final, las playas de la soleada California.

Un último consejo: no intentes abarcarlo todo porque no podrás. En algunos tramos, la Ruta original es bastante complicada de seguir, y hay tantos puntos de interés que te será imposible verlo todo ;)

Lo interesante de hacer un recorrido tan largo es que los paisajes y todo lo que vemos a nuestro alrededor se transforma conforme vamos avanzando. Pero no sólo cambia lo que vemos, también lo que sentimos. Cuando tenemos la suerte de dar con alguna de las secciones originales de la Ruta, recorrer ese asfalto deteriorado por alguna zona ya abandonada nos retrotrae a su época de mayor esplendor, cuando esta carretera era un símbolo de esperanza para los que iban hacia el Oeste en busca de un mejor porvenir. Ese sentimiento, mezcla de nostalgia e ilusión por el futuro, es el que ha elevado esta carretera a la categoría de mito y el que ha inspirado, y lo seguirá haciendo, cientos de películas.

Si quieres saber todo acerca de la Ruta 66 visita mi otro blog

Vive la Ruta 66



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